Si estos reflejos primarios permanecen activos después de los 6 – 12 meses de vida, se les denomina aberrantes y pasan a ser la evidencia de una debilidad o inmadurez estructural en el sistema nervioso central. Si la actividad de los reflejos primarios continúa también puede impedir el desarrollo de reflejos posturales posteriores, que deberían surgir para capacitar la madurez del niño a interactuar eficazmente con el entorno. Los reflejos primarios activos después de los seis meses de edad pueden dar como resultado patrones de comportamiento inmaduros o pueden provocar que permanezcan sistemas inmaduros, a pesar de la adquisición de habilidades posteriores.
El equipo fundamentalmente esencial para el aprendizaje será ineficiente o erróneo, a pesar de una capacidad intelectual adecuada. Es como si las habilidades posteriores permanecieran atrapadas en un estado de desarrollo anterior y en lugar de pasar a ser automáticas, sólo pudieran controlarlas a través de un esfuerzo consciente continuo.
Los reflejos primarios surgen en el útero, están presentes en el nacimiento y deberían haberse inhibido a los seis meses de edad, a los doce meses a mucho tardar.
La inhibición de un reflejo frecuentemente se relaciona a la adquisición de una nueva habilidad. Los reflejos aberrantes individuales nos pueden dar pistas de qué es lo que está activamente dificultando el desarrollo de habilidades posteriores.
Niños con un grado moderado de anormalidad refleja se pueden beneficiar de una combinación de formas de enseñar especializadas y algunos ejercicios diseñados para mejorar el equilibrio y la coordinación. Sin embargo, si hay un grupo de reflejos aberrantes presentes, se dice que existe un retraso del desarrollo neural. En tales casos, el niño sólo será capaz de mantener una mejoría a largo plazo después de seguir un programa de estimulación/inhibición de reflejos, hecho específicamente para él que pueda tratar los reflejos aberrantes todavía presentes.
Un programa de estimulación/inhibición de reflejos consiste en movimientos estereotipados y específicamente físicos practicados aproximadamente durante cinco o diez minutos al día, a lo largo de un período de nueve a doce meses. Los movimientos implicados están basados en el conocimiento detallado de la cronología de los reflejos y el desarrollo “normal” del niño.
Extractos del libro “Reflejos, aprendizaje y comportamiento” de Sally Goddard, N.D.T., coordinadora del Institute for NeuroPhysiological Psychology.
Reflejos primarios y secundarios en el bebé.
Reflejos primarios
Son los que manifiestan el bebé en el momento de su nacimiento y que algunos pueden desaparecer en algunos meses. Por ejemplo:
– Movimiento de los pies. Cuando se sostiene al bebé por las axilas y en posición vertical, se consigue que el bebé mueva los pies como si estuviera queriendo caminar. Este reflejo suele mantenerse por unos cuatro meses.
– Giro de cabeza. Cuando se acuesta al bebé sobre su espalda, se consigue que el bebé gire la cabeza hacia un lado, a la vez que mantiene sus brazos estirados hacia arriba. Dura unos tres meses.
– Presión en las manos o reflejo Prensil. Cuando se coloca un objeto en una mano del bebé, él intentará cerrarla. El contacto que se establece entre la persona y el bebé favorece al vínculo afectivo. Suele desaparecer a los 6 meses.
– Presión en la boca o reflejo de Succión. Cuando se coloca o se roza suavemente un objeto en los labios del bebé se le provoca la succión. Puede durar hasta el cuarto mes.
– Presión en los pies. Cuando se roza la parte de arriba del dedo pulgar del pie de los bebés, ellos flexionarán automáticamente todos los dedos. Dura hasta los nueve o doce meses
– Reflejo de los lados o de equilibrio. Cuando el médico, al levantar al bebé alzándolo de un costado, éste encogerá la pierna de arriba mientras que estira la otra dejándola “colgar”. Se comprueba así su sentido de equilibrio.
Reflejos secundarios
Son los que se manifiestan a lo largo de los primeros meses de vida del bebé y que también pueden desaparecer con el tiempo. Por ejemplo:
– Reflejo de Galant. Cuando al pasar la mano por la parte baja de la espalda y hacia los lados del bebé, se observa que él arquea ligeramente el cuerpo hacia arriba y hacia los lados. Puede durar hasta el año de nacido.
– Reflejo del Moro. Cuando se pone el bebé tumbado sobre una superficie blanda y se le sostiene y tira por las muñecas, separándolas un poco, y dejándole caer hacia atrás. El bebé abrirá los brazos y los echará hacia delante como si de un impulso quisiera dar un abrazo. Luego llora. Dura hasta el cuarto mes de vida.
– Reflejo de Búsqueda. Cuando se toca o acaricia los labios de la boca del bebé, él vuelve la cabeza y abre la boca para seguir o buscar en la dirección del contacto. Eso ayudará al bebé a encontrar el pecho o el biberón para alimentarse. Al primer mes el bebé puede girar la cabeza en busca de lo que ha sido puesto en sus labios.
– Reflejo de Arrastre. Cuando el bebé, colocado boca abajo, intentará mover sus piernas para avanzar gateando. Se puede ayudarlo colocando los pulgares bajo los pies del bebé. Le servirán de apoyo. Este reflejo suele mantenerse hasta los tres meses de vida.
– Reflejo de Landau: Cuando al suspender al bebé en posición ventral, su tronco se endereza, la cabeza se eleva y los pies y brazos se estiran. Suele aparecer por el cuarto mes y desaparecer por el décimo mes.
– Reflejo del Paracaídas: Cuando se sujeta al bebé por los costados boca abajo y se lo inclina hacia delante, él reaccionará extendiendo los brazos y abriendo las manos. Aparece por los seis meses y desaparece por los nueve.
– Reflejo del Gateo: Cuando al poner el bebé acostado sobre su barriguita y en una base sólida y segura, se puede notar que automáticamente él se pondrá en posición de gateo. Suele aparecer por los 6 o 7 meses hasta que empieza a caminar.
– Reflejo del Paso: Cuando al tomar el bebé alrededor de su barriga, sujetándolo por debajo de sus axilas y tratando de ponerlo de pie, el bebé empezará a realizar movimiento como si estuviera dando sus primeros pasos, al tocar sus pies a una base sólida. Así empieza el proceso para que el bebé aprenda a caminar.